Invisibilizar el trabajo que las mujeres aportan al seno familiar es una constante desde los orígenes de las sociedades que se erigen bajo las normas de sistemas patriarcales. “Los tiempos han cambiado”, hemos dicho, pero el confinamiento y el consecuente cambio en nuestros estilos de vida a causa de la pandemia, nos ha develado una tarea inconclusa. Las madres de familia se sienten cansadas. Debido a la sobrecarga de trabajo, están siendo expuestas a un deterioro de su salud física y mental, lo que nos remite a reflexionar sobre si esa disparidad y abandono de la mujer en la distribución de las tareas de limpieza, cuidado y atención y educación de los hijos, no se convierte en un escenario proclive de trasladarse al borde de la violencia.